lunes, 30 de enero de 2012

ENTREVISTA A SÁNCHEZ DEL ÁGUILA EN ABC

Sevilla / José Manuel Sánchez del Águila, abogado y escritor


Es el abogado de la acusación particular de la asociación ADEMAN, que ha llevado a los Tribunales la prohibición de IU de un homenaje literario a Agustín de Foxá por «franquista, falangista y fascista»


«La defensora de Carcaño nos quitó un lastre a los abogados de oficio»
El jurista e intelectual José Manuel Sánchez del Aguila


—Al parecer la agencia de raiting de pureza democrática de IU le dio las tres «efes» a Foxá…
—Los comunistas ya lo venían persiguiendo desde su misión poética por Suramérica, amenazado de muerte. Y ahora desde su campamento en Sevilla, ya hemos visto, in memoriam…

—¿Sabe usted quién es Agustín de Foxá?
—Leí su novela de «Corte a checa» cuando tenía 18 años, quitándole horas al estudio nocturno. Era un libro que encontré en casa de mis padres publicado, precisamente, por Prensa Española.

—¿Cómo calificaría su obra literaria?
—Excelente. Pero sin duda su obra cimera es la que le he citado. Recuerdo que hace unos años Francisco Umbral me confesó que esta es la novela que a él le hubiera gustado escribir de la guerra civil, aunque de otro signo, claro.

—Es curioso, pero parece que ahora, en el ámbito municipal de IU, donde se produjo la prohibición del acto, nadie sabe nada de Agustín de Foxá.
—Dijeron que sabían lo que les interesaba, que si diplomático fascista, etc. Con mirar Wikipedia habrían sabido de inmediato que era un excelente poeta y escritor.

—Algunos dicen que era falangista otros que era un aristócrata bon vivant que solo se ponía cara al sol en las playas de la Costa Brava.
—Yo creo que nunca fue falangista. Otra cosa es su devoción por José Antonio y por la estética de aquel movimiento. Eso le llevó a participar en la creación del Cara al Sol.

—En su vida profesional, tan dilatada, habrá llevado casos de todo tipo. Pero tengo entendido que fue usted abogado defensor del señor Mellet en el caso Mercasevilla. ¿Es así?
—Así es. Unos compañeros le dieron mi nombre y acudíó a mí para que lo defendiese.

—¿Por qué no siguió con su defensa?
—Sencillamente hubo cordiales discrepancias con la estrategia de defensa. Ya no soy su abogado pero espero lo mejor para él.

—Permítame que insista: ¿cuáles fueron aquellas cordiales discrepancias? ¿Se pueden saber?
—Quizás algún día se lo cuente. No olvide que él es abogado en activo.

—¿En conciencia un abogado debe seguir defendiendo a su cliente pese a estar convencido de su culpabilidad?
—Eso siempre. El derecho de defensa es sagrado. La abogacía es una especie de sacerdocio y el que no entienda esto debe quitarse la toga.

—O sea, que llegado el momento y si la cosa rueda así usted defendería a Torrijos…
—(Risas) No creo que lo defendiera salvo que me tocara de oficio.

—Le hago esta pregunta no por el caso Mellet. Sino por sus compañeros que han defendido, excelentemente por otra parte, a los protagonistas del caso Marta del Castillo.
—Yo en esto no tengo más remedio que mostrar mi admiración por una abogada, Paloma, que acogió de oficio la defensa del principal implicado, quitándonos ese lastre a los demás. Para que le den la Raimundo de Peñafort, vamos.

—¿Cómo está la Justicia en España?
—Terrible: caótica, muy lenta y, a veces, caprichosa e inexplicable.

—El lunes se echaron en Sevilla cuarenta mil personas para apoyar a los padres de Marta en la petición de una Justicia justa. ¿Fue usted?
—Claro que no. La Justicia no se pide en la calle sino en los tribunales.

—Es difícil hoy que un partido político pueda movilizar a cuarenta mil personas para respaldar un programa. ¿Qué cree usted que está pidiendo la gente?
—Los manifestantes estarían indignados porque la Justicia no respondió a sus expectativas. Pero pedían lo que muchos pedimos: un contundente cambio legislativo.

—¿Le puedo preguntar que se dijo a sí mismo cuando conoció la sentencia de Carcaño y del resto de la pandilla?
—Me sentí defraudado, imagino que como todos, pero luego leí la sentencia y vi que los jueces hicieron un esfuerzo técnico intenso por defender la presunción de inocencia. Y eso es admirable.

—La fiscalía sevillana ha recurrido la sentencia por «inadecuada». Tanta gente en la calle abruma, ¿no?
—No creo que eso haya influido en esa decisión.



La toga literaria

Bajo la toga de este abogado de 54 años se esconde un escritor. Un escritor que ha publicado, con el respaldo del público, libros de relatos como "Ropa vieja" o "Recuerdos de un olvido", que se lo editó Bernardo Carande, el hijo del gran historiador de sevillana adopción. A Romero Murube le agradece la mejor definición definición de Sevilla: "Sevilla no existe, es un embrujo de luz". Y a los sevillanitos le increpa, con educación, que lo borraran del mundo de la Semana Santa. Es un sevillano que encuentra a su ciudad en la placita de Santa Marta, en la trasera de San Marcos y en la principesca figura de la Giralda. Los amigos le animan a que escriba más. Pero la Ley, se puede decir, le roba casi todo su tiempo. Y no deja que aflore el escritor que espera bajo la toga.